"Aunque había nacido y crecido en aquel lugar, nunca lo había sentido tan ajeno. ¿Acaso debía de cortar amarras con el pasado y seguir adelante sin mirar atrás? Sí, desde luego."
"Por un lado, no estaba interesado en ninguna revolución, fuese española o de cualquier otra índole; como es sabido, cualquier revolución llevaba a otra de signo contrario"
"La venganza no es buena consejera. Es como la política: una cosa lleva a la otra y al final lo malo se convierte en peor y lo peor en nefasto"
"Quien alguna vez haya pisado la plasta pringosa que constituye una caca de elefante recién depuesta sabrá que es prácticamente imposible permanecer de pie. [...] Resbaló, paró la caida aleteando con los brazos, dio un rápido paso atrás con el otro pie y acabó sobre la plasta cuan largo era. En efecto, había aterrizado de espaldas sobre una blanda y colosal cagada."
"Porque las cosas como son, las bebidas alcohólicas tienen que bajar por la garganta y acabar en el estómago, y cuanto antes mejor, no quedarse pegadas en el paladar"
"Ya de niño, Allan había aprendido a desconfiar de quienes no se toman una copa si se les brinda la ocasión"
"Siempre había pensado que si no se tiene ninguna certeza, no vale la pena ir por ahí haciendo cábalas"
"Allan dijo que el tiempo en que el pastor había permanecido en silencio había resultado sumamente agradable, pero que, aun así, a la larga sería preferible que uno contestara cuando el otro hablaba."
"De uno de los dos bandos sería, desde luego, porque si algo había aprendido Allan a lo largo de su vida era que la gente se empeñaba en pensar de una manera o de otra."
"Aunque, por supuesto, la gente podía ser como le diera la gana, no podía dejar de pensar en que la mayor parte de las veces es innecesario mostrarse arisco cuando, encima, se tiene la posibilidad de no serlo."
"En el cerebro del prisionero 133 se movían muy pocas ideas, y cuando lo hacían tendían a colisionar unas con otras"
"No es tan difícil hacerse el tonto cuando realmente lo eres."
"No tenía por qué estar tan enfadado, ya que, de eso estaba convencido, no le serviría de nada."
Una niña de la guerra, una niña
cuya infancia se desarrolló durante la cruenta Guerra Civil Española, su
juventud y madurez durante el opresor Régimen franquista y ya sus últimos años
en libertad, nos cuenta, con la perspectiva que solo pueden dar las canas su
atípica vida, si es que no todas lo son en cierta forma. No solo nos narra los
acontecimientos más importantes de su ajetreada existencia, sino que relata
también los principales hitos históricos de la España y el mundo de su tiempo,
añadiendo una dimensión sentimental que enriquece sobre manera esta
autobiografía. Nos muestra el sentir de una generación ante los acontecimientos
que tuvieron lugar en aquella triste España, elevando a “En la distancia” al
nivel de crónica de una época. No en balde, Josefina Aldecoa, autora y
protagonista de este título, perteneció a la generación del medio siglo
caracterizada por el realismo en sus obras. Literatura de la berza lo llamaron
algunos de forma despectiva, pues tomad y comed todos de esta rica berza.
Es sorprendente comprobar como a
sus 76 años Josefina Aldecoa pudo llevar a cabo un análisis tan lúcido de su
vida y una introspección tan exhaustiva de su ser y plasmarlo en esta magnífica
obra. Esa es otra, “En la distancia” es una autobiografía, pero también un
análisis, un análisis de los acontecimientos, de los momentos, de los
incontrolables y bruscos cambios que marcaron un antes y un después, en
definitiva el análisis de una vida. Sin duda, una de las observaciones que más
me han gustado de todo el libro es aquella que realiza en torno al papel que
jugó “La Movida” durante
la Transición y los
años siguientes.
La biografía novelada comienza
con tintes oníricos y bucólicos recordando su infancia en la casa de sus
abuelos. Sin embargo, rápidamente y derivado de los acontecimientos históricos
el aura imperante se vuelve triste y silenciosa, todo se tuerce pena durante cuarenta años. Si
bien, nadie, ni tan siquiera un régimen opresor como el imperante, púdo frenar
las ansias de libertad de aquella niña de la guerra. En este libro se constata
y da fe en primera persona de un periodo de la historia de España silenciado y
oculto, al tiempo que se muestra a las claras que es muy complicado ponerle
límites a las aspiraciones humanas, sobre todo si estas corresponden a un
grupo.
Título: En la distancia Autor: Josefina Aldecoa Editorial: Alfaguara Descripción: Rústica 233 páginas ISBN: 84-204-0155-2
¿Qué
decir de “Jurassic World” que no hayas leído o cuanto menos intuido? Una
película llena de manidos estereotipos, en la que no puede faltar el típico
romance entre los protagonistas ya esté ardiendo Troya o acabándose el mundo.
Con unos diálogos absurdos e irrisorios en muchos casos, sobre todo los de los
dos chavales. En la que la protagonista se pega unas carreritas en tacones por
la selva que no te lo puedes creer, y de hecho no te lo crees, llegando a
correr más que un T-Rex, ahí es nada. Y con un hilo conductor en el cual las
cosas ocurren bien por descuidos, bien por azar o bien porque el que las hace
está a medio cocinar. Pero vamos a ver, ¿a qué te metes en la jaula del bicho
bichísimo más peligroso de todos, por mucho que te hayan dicho que se ha
escapado? ¿Qué esperas encontrar, iluminado? ¿Si todo puedes verlo desde las
cámaras y la cristalera? Y sobre todo, ¿por qué no te aseguras en primer lugar
de dónde está el tal Indominus Rex, si lo puedes rastrear con un implante?
Bueno, pues nada, ya está liada parda. Y como esta varias.
Ey,
pero no todo es malo en esta tremenda película, que cada uno entienda con esta
frase lo que le parezca. Si bien es cierto que no se llega a empatizar en
profundidad con ninguno de los personajes y que hay momentos en los que incluso
el espectador desconecta de la película. No es menos cierto, que desde el
instante en que ves al malo tienes unas ganas irrefrenables de que muera lo más
cruentamente posible, casi tantas como las de que el niño se despeñe por un
barranco o se lo coma un dinosaurio o algo, todo porque deje de estorbar.
También son de alabar los guiños hechos a “Jurassic Park” y los puntos cómicos
a lo largo de la historia. Y por supuesto, dentro de lo que es la película, hay
que destacar las actuaciones de los dos actores protagonistas, Chris Patt en el
papel de Owen y Bryce Dallas Howard en el de Claire, y de Jake Johnson, que
junto a Vincent D’Onofrio le consiguen dar cierto sustento a este sinsentido.
Mosasaurio
Ahora
bien, a pesar de todo lo expuesto, para mí “Jurassic World” es una película que
cumple su función, entretiene y divierte a la vez que llena en cierto modo el
vacío y la nostalgia que en la gente joven de los 90 dejó “Jurassic Park”. En
cuanto a los críticos que consideran la película como una basura infumable. ¡Vamos
a ver! ¿Qué esperabais ver? ¿Una película profunda sobre como los humanos
volvían a jugar a ser Dioses, dando vida a seres extintos con la única
finalidad de sacar dinero y los dilemas morales que eso podía suponer? Porque
lo que yo esperaba era ver DINOSAURIOS por un tubo, muchos dinosaurios y cómo
estos se pegaban contra los humanos. Si tu intención es ver films profundos con
un gran argumento te vas a ver a David Lynch o a alguno de ese pelaje, pero no
vas a ver “Jurassic World”.
Y
sí, es un film completamente recaudatorio, la saga para nada precisaba esta
película. De hecho, se han aprovechado de la nostalgia del público que vio
“Jurassic Park” cuando eran jóvenes y que ahora quieren en cierto modo revivir
ese momento. Y además, llevan a sus hijos, los que los tiene, con la pretensión
de que esas jóvenes mentes sientan lo que ellos sintieron al ver “Jurassic
Park”. Y con estas la compañía de turno vende dos entradas y hace el doble de
caja, por lo menos. Aún con esas, era previsible que “Jurassic World” fuese de
ese pelaje, así es que si sabías a lo que ibas, la película te ha dado lo que
había prometido, DINOSAURIOS.
A “Bajo los cielos de Asia” le delata su portada.
Efectivamente, es un libro escrito por un alpinista o mejor aún himalayista,
que parece que le da más empaque. Pero esto no quiere decir que él mismo solo
pueda gustar a personas afines a tal actividad, ni mucho menos. Aún cuando en
el libro se habla de montañas, y no de cualesquiera montañas, no, de las más
altas bajo la bóveda celeste, para mí no es un libro que calificaría como de
montañas o para alpinistas. Quizás le sentaría mejor el término “de aventuras”,
pero lo que mejor le cataloga es que es un libro sobre la vida vivida
plenamente. Cosa esta última que no siempre es factible, ni tan siquiera
identificable.
Iñaki Ochoa de Olza, el autor, nos conduce en primera
persona a través de sus principales hitos alpinísticos que realmente se acaba
convirtiendo en un viaje por parte de su vida. En cuanto a estilo, no presenta
ningún alarde, ni lo pretende, el contenido es mucho más importante que el
continente. Dicho lo cual, la forma de escribir de este polifacético alpinista
se hace bastante amena y ligera, mostrando a las claras aquello que desea
contar. El libro se divide en años y cada año por expediciones, lo cual es una
forma bastante peculiar de medir el tiempo. Pero, como ocurre con las vidas y
los principios, es imposible contar el trasfondo del personaje de forma lineal
y fácilmente entendible, sobre todo si este es de carne y hueso.
“Bajo cielos de Asia” trata, posiblemente sin la completa
intención del autor, fundamentalmente sobre la pasión y la vida. La vida y cómo
este fuerte navarro la entendía, que dista mucho de lo que por desgracia se ve
hoy en los denominados “países occidentales”. Mucha gente cuando piensa en
alpinismo, y más concretamente en esos “locos” que van a “matarse” al Himalaya
y al Karakorum, les surge una pregunta, ¿por qué? Extrañamente y como indica el
autor esta pregunta siempre la plantean los mismos, los adultos, a los niños ni
se les pasa por la cabeza, ellos tienen en mente posiblemente otras cuestiones
y términos más cercanos a aventura o pasión. Pues bien, en primer lugar, nadie
se va a matar por gusto escalando en plan, “mira que cornisa tan bella, voy a
despeñarme aquí”. La actividad que realizan los escaladores tratan de hacerla
con la mayor seguridad posible si bien el riesgo es inherente a la misma, pues
es imposible controlar el clima o saber cuándo te va a poder dar una embolia o
cuándo te vas a despeñar. Raramente por no decir nunca, un alpinista pondrá su
vida en juego a cualquier precio con tal de hacer cumbre. De hecho, como puede
verse en este libro, no suele ser lo más habitual hollar la cumbre de estas
altas montañas. Hay que intentarlo muchas veces hasta conseguirlo sabiendo que
en la mayoría de las ocasiones te tendrás que dar la vuelta a media montaña o a
100 metros de
cima porque las condiciones se ponen chungas o porque te quedas sin fuerzas o
vete tú a saber, simplemente porque no se ve nada clara la cosa. Si no, que se
lo dijesen a Iñaki que necesitó tres expediciones para lograr hacer cima en el
K2, con todos los intentos que ello supuso. Sin embargo y a pesar de todo,
estas tremendas montañas eran su pasión y su camino hacia la felicidad, lo que
llenaba o recargaba su espíritu de energía.
Teniendo esto claro, el alpinismo es un deporte que en
cierto sentido te reconcilia con el mundo y la naturaleza, con aquello que el
ser humano siempre ha sido, al menos es la idea que se plantea. Si te paras a
pensarlo a lo largo de toda nuestra existencia, el confort y la seguridad no
han sido ni mucho menos una constante. Actualmente lo tomamos como algo normal,
incluso habitual, y llegamos a indignarnos en su ausencia. Sin embargo, nunca
ha sido más cierto que ahora que el cielo puede caer sobre nuestras cabezas y
cambiar nuestras vidas de forma radical. Y no precisamente porque en épocas
pasadas no pudiese suceder sino más bien porque nos hemos mal acostumbrado a
una vida fácil y rutinaria que en muchos casos ha llegado a matar parte de
nuestra misma esencia.
Poca gente podrá entender el por qué de la realización de
esta actividad y que para algunos puede parecer una pérdida de tiempo, esfuerzo
y dinero. De hecho, es muy posible que todo aquel que no se dedique a ella,
nunca llegue a comprenderla. Por mí parte, no tengo ninguna relación con la
escalada ni el alpinismo, ahora bien creo haber vislumbrado que los tiros van
por la libertad, la pasión o la esperanza.
Pero oye, no hay que confundirse y pensar que los alpinistas
son héroes ni mucho menos, Iñaki deja esto muy claro en el relato de diferentes
expediciones. Los alpinistas y el alpinismo en general están muy idealizados,
cuando realmente son personas normales, un poco más fuertes y resistentes, pero
gente normal. Tanto es así, que por aquellas cotas lo mejor y lo peor de
nuestra especie se presenta en grado superlativo. Desde emprender un arriesgado
rescate para lograr bajar de la montaña a alguien enfermo sea como sea, hasta
pasar al lado de un alpinista que se acaba de caer y se esta muriendo, hacerle
una foto y seguir hacia cima como si tal cosa. En este aspecto Iñaki Ochoa de
Olza presentó siempre una fuerte moral y rigurosa ética que le hizo partícipe
de varios rescates en alta montaña, moral y ética estas que parece aplicaba
también en su vida cotidiana. Ello le llevó a defender a capa y espada la
pureza del alpinismo. Un alpinismo sin oxígeno, con el menor número posible de
cuerdas fijas y sin porteadores de altura o sherpas que abran huella y te guíen
prácticamente hasta la cima.
Desgraciadamente Iñaki Ochoa de Olza murió en el 2008 a7.400 metros de altura en la
arista este del Annapurna debido a un edema cerebral y otro pulmonar,
realizando la actividad que le apasionaba, cuyos riesgos aceptaba y trataba de
minimizar. Sin embargo, sin estas altas montañas Iñaki hubiese sido mucho menos
feliz, pues las mismas eran su medio de vida y si me apuras, su modo de vida.
Os dejo un video muy recomendable sobre el intento de
rescate a Iñaki Ochoa de Olza y como 14 de los mejores himalayistas del mundo
se echaron a la montaña para intentar salvarle la vida, incluso llegando a
poner en riesgo la suya propia.
Título: Bajo los cielos de Asia Autor: Iñaki Ochoa de Olza Editorial: Saga Editorial Descripción: Rústica 353 páginas ISBN: 978-84-938750-2-2
No me gusta, por lo general,
criticar los libros que leo, intento más bien buscar aquellos rasgos que les
hacen interesantes y por los cuales a mí me han podido interesar y gustar. Sin
embargo, en esta ocasión haré una excepción y es que ante tamaña ofensa a la
prosa y aún diría a la literatura en general, no puedo por menos que destripar
el maldito libro que he tenido entre manos últimamente. No es mi intención, ni
mucho menos, hacer leña del árbol caído, tan solo quiero aquí analizar la
novela, y te digo de antemano que puedes estar tranquilo pues la trama no se ve
desvelada en el análisis. Así es que, si después de la sangría que vas a
presenciar aún tienes ganas de leer la novela, podrás hacerlo con todo el dolor
de mí, y ya veras como también de tu, alma.
Allá vamos. La novela en cuestión
apunta maneras desde el título, El legado de Tesla, y la portada tampoco se
queda atrás como puedes ver. La historia trata de la búsqueda por parte de una
pareja de australianos de un experimento que supuestamente el inventor NikolaTesla llevó a cabo en Australia al final de su vida y del que nadie tenía
constancia hasta ahora. Para empezar, dicho acontecimiento no tuvo lugar pues
Tesla nunca fue al país de los canguros, pero bueno la podemos catalogar en
novela de ficción, por qué no. Este es el menor de los problemas que nos vamos
a encontrar.
Las dificultades realmente
empiezan cuando el hilo fundamental de la historia es el azar, fundamental y
único por cierto. Cuando en una novela todo ocurre a través de casualidades,
esta claramente deja mucho que desear pues no hay lugar para el argumento y
produce una falta de credibilidad y verosimilitud que hace que el lector se
distancie de la trama pues la percibe como imposible. Además, siguiendo con la
historia, esta es lineal, única y continua lo que impide la posibilidad de
cortes dramáticos o variaciones temporales, eliminando posibles fuentes de
expectación e incertidumbre en el lector. Otro punto en contra es que al ser
una novela en la que se supone que debería primar el misterio y el suspense, el
que sepamos en todo momento la intención de todas las partes implicadas hace
perder tensión dramática a la historia y elimina el interés por el misterio que
debería sentir el lector en este tipo de obras.
Por otro lado, pero ligado a lo
anterior tenemos que las explicaciones de los acontecimientos y los sucesos que
plantea el autor son vagos, como no podría ser de otra forma siendo la historia
como es, una consecución de acontecimientos azarosos, cuanto menos difíciles de
explicar.
La construcción de los personajes
no tienen ningún trasfondo, el escritor no logra transmitir las emociones de
los protagonistas si es que tan siquiera lo intenta. Tampoco muestran un mundo
interno ni psicológico y fíjate si en 316 páginas no hay tiempo para hacerlo.
Además, cuando trata de hacerlo, resulta que no pasa más halla de un “están
nerviosos” en lugar de demostrar por sus pensamientos y actos tales emociones.
Así nos encontramos con que a un tipo le revientan su camioneta con una bomba y
él sigue tan tranquilo, como quien oye llover, pero muchacho, un poco de sangre
que si estas dentro te matan. Y autor, un poquito de nerviosismo aliñado con un
pizca de miedo y condimentado con salsa de angustia, por favor.
Si unimos las carencias de los personajes
a unas conversaciones muy poco creíbles por el cómo y el cuándo tienen lugar,
tenemos todo lo necesario para una historia que acaba siendo inverosímil en su
completitud. Además, en ningún momento el autor logra administrar los tiempos
de la historia de manera que al lector se le hace muy monótona.
Que este libro haya llegado hasta
mis manos me hace plantearme dos cuestiones. En primer lugar, considero que
este libro es nefasto no solo porque los artificios literarios hayan sido mal
empleados si es que lo han sido, sino también porque la historia es poco
atractiva tal y como está pensada. Supongo que al autor, Robert G. Barrett le
gustará escribir, yo no digo que no, y tampoco pongo en duda su esfuerzo y su
intención de ganarse la vida con la escritura. Ahora bien, que una editorial
haya decidido publicar esta novela es para hacérselo mirar muy seriamente. ¿Por
qué decide La Factoría de Ideas publicar esta historia pues? Y la segunda
cuestión, la cual ya lleva un tiempo zumbando en mi cabeza es nada más y nada
menos si cualquiera es capaz de escribir una novela, pues entiendo que esta no
es empresa fácil, no es como mucha gente piensa sentarse delante de un
ordenador y escribir, son necesarias un compendio de cualidades de las cuales
quizás no todo el mundo disfrute.
Vamos allá con una nueva terna de
relatos de H.P Lovecraft, escritor este con una imaginación desmesurada, como
si su mente fuese la puerta a un universo paralelo en el que los seres míticos
y las historias fluyen de forma incesante como ríos caudalosos que fuesen a
parar al mar. Evidentemente, me parece un escritor extraordinario y muy
recomendable, no solo por la diversidad de mundos que es capaz de elevar a
partir de la nada o porque sea capaz de elaborar tramas en apenas dos hojas,
que también. Es especialmente recomendable porque dada la escasa longitud de
sus textos y la velocidad que en ellos imprime el autor, es una buena
iniciación a la lectura para aquellos que apenas leen.
Algo así debía suceder cuando Lovecraft escribía.
Lovecraft en sus cuentos planta
un batallón de infantería ante la mente del lector y a golpe de bayoneta o a
tiro de arcabuz va minando sus sentidos, sus ideas y su realidad, dejándolo
desarmado ante el abismo de las historias. Nunca, hasta que he conocido a este
escritor, en esto de las letras he visto como con tan poco puede lograrse
tanto. Pero vayamos ya al meollo de la cuestión que sino no acabamos. Los tres
relatos que hoy comparto son, a saber, “El alquimista”, “El clérigo malvado” y
“El árbol”.
“El alquimista” trata un tema que
aparece de forma recurrente en los cuentos de este autor, el asunto en cuestión
es la culpa atávica o el como los descendientes en línea de sangre no pueden
librarse de los crímenes de sus antepasados si estos son lo suficientemente
horribles. Este tema ya se trataba en el relato “Arthur Jermyn” que pasó por
este blog en la anterior entrada sobre los relatos de Lovecraft. Sin embargo,
“El alquimista” presenta una peculiaridad y es la posibilidad de librarse del
pecado adquirido aunque para ello es necesario que el descendiente que
probablemente no tenga culpa alguna vuelva a cometer un crimen. Es un relato
ameno e interesante, aunque el lector puede oler el desenlace a párrafos de
distancia.
El segundo de los cuentos, “El
clérigo malvado”, versa sobre lo misterioso, sobre la imposibilidad de reprimir
el ímpetu que nos mueve a desentrañar aquello que desconocemos y sobre las
posibles consecuencias que ese conocimiento o experiencia pueden acarrear. Ciertamente,
es un relato tenso y el que este contado en primera persona no ayuda a
disminuir precisamente el estrés. Para mí es uno de los escritos de Lovecraft
más perturbadores que he leído hasta el momento. El relato nos cuenta los
sucesos que le acontecen al protagonista quien no se sabe muy bien porque
visita la vivienda en que antaño parece que vivió un extraño personaje con sus
extraños objetos.
Representación de "El árbol"
Y llegamos ya al tercer y último
de los relatos que hoy comento, su título es “El árbol” y sin duda, de los que
hasta el momento he leído es el que más me ha gustado, no solo por la historia
que es impactante sino por el trasfondo y la interpretación los cuales a
primera vista no quedan nada claros. Calos y Musides son dos de los mejores
escultores que hay sobre la faz de la tierra, además son muy buenos amigos y
viven juntos en la ladera del monte Menalo famoso por dar cobijo a Pan, pero
sin embargo, sus formas de ser son muy distintas. Calos busca la inspiración en
la soledad nocturna del monte, mientras que Musides logra la iluminación
necesaria para realizar sus tallas en los placeres nocturnos de la ciudad de
Tegea. El tirano de Siracusa pide a ambos que realicen las mejores esculturas
de sus vidas lo cual les ensalzaría mas allá de cualquier honor conocido. Pero
durante la realización de tan impresionante empresa Calos enferma y finalmente
muere. Lo que sucede a partir de este momento es pura magia e imaginación de la
mano de H.P Lovecraft.
Como escribí en la anterior
entrada sobre los cuentos de este gran escritor: “Las
fantasías de H.P Lovecraft me atraen cual fuerza irresistible por lo que
supongo que en un futuro pasarán por este blog más de sus relatos. Y si me
aceptáis un consejo, leed alguno de sus relatos, hasta donde sé, son
excelentes.”
Una densa bruma colmaba el
entorno, como la que hace aparición en los sueños, cubriendo detalles, tapando
errores y saltos que la juguetona mente en ellos se apresura a incorporar.
Continué avanzando en mi camino como si sobre una nube pisase, sin ser
consciente plenamente de mi propio ser. No sentía ni frío ni calor, ni dolor ni
alegría, me encontraba en un sin ser como si fuese espectador de mis propios
movimientos y acciones pero sin involucrarme en ellos.
A los pocos pasos emergió ante mí
de entre la niebla una imponente muralla cual si de un castillo se tratase. Las
piedras que la conformaban eran de un gris luminoso, cinceladas con esmero
hasta lograr bloques medianamente regulares que se apilaban de forma casi
perfecta unidos mediante argamasa. La muralla se elevaba triunfal hasta donde
la vista alcanzaba sin que pudiese vislumbrarse fin o final de la misma.
Incrustada en la fortaleza se
encontraba una puerta similar a la de una casa elaborada en lo que a primera
vista parecía roble. Sin embargo, cuando ante ella me detuve pude ver como esta
mutaba de forma y materiales. Unas veces se asemejaba a una puerta antigua y
ajada de las que se pueden encontrar en los pueblos y que antaño daban acceso a
las casas. En otras ocasiones se transformaba en una puerta como las que
permitían el paso a los establos, para a continuación convertirse en un
portalón de dos hojas muy bien talladas como si fuese el acceso a una
importante catedral o a un castillo. Seguidamente se transformaba en una puerta
moderna como las que se disponen en las viviendas actuales para separar unos
habitáculos de otros.
La puerta no cesaba en su
transfiguración, a medida que se producían más cambios me estaba poniendo más
nervioso. Una congoja comenzaba a invadirme, qué era aquello, por qué no
cesaban de aparecer nuevas puertas. El pulso se me empezó a acelerar, y un
ataque de ansiedad se avecinaba. Del confort original no quedaban ya ni los
restos. Alterado miré alrededor tratando de hallar otras alternativas que me
permitiesen huir de la maldita puerta cambiante, mas hasta donde alcanzaba la
vista no pude apreciar otro tipo de salida de aquella pesadilla.
Aquel pórtico me estaba
absorbiendo, sacando de quicio. Notaba como el corazón intentaba por su propia
voluntad salírseme del pecho, el pulso por su parte estaba disparado y
respiraba entrecortadamente. De repente me asaltaron diversas dudas, ¿qué
habría detrás de cada una de aquellas puertas?, ¿habría lo mismo tras todas?,
¿si no era así, las que habían pasado volverían a pasar, o se habían perdido en
un breve pasado? El solo planteamiento de aquellas incertidumbres hicieron que
comenzase a sudar más si cabe, en aquel instante era un manojo de nervios, con
una gran presión en el pecho que casi me impedía respirar. Las puertas seguían
sucediéndose ante mis ojos lo que aumentaba mi tensión.
Ante todas aquellas cuestiones
que se planteaban, traté de serenarme lo más que pude. Dado que no parecía
existir ninguna otra salida de aquel recóndito lugar lo mejor sería tomar alguna
de las puertas aunque fuese a ciegas, pues el mundo tras cada una de ellas me
era desconocido. Reuní todo el valor que pude para afrontar aquello que se
avecinase tras la aleatoria puerta que me disponía a abrir, respiré hondo y
esperé a que la siguiente puerta apareciese. Esta era antigua y pesada, de un
color marrón oscuro y decorada mediante travesaños verticales, estaba compuesta
por una única hoja pero tenía un tamaño elevado, como si por ella fuese a pasar
un gigante. Contaba con una aldaba y un pomo oscuros realizados en forja, y por
lo general tenía el aspecto de estar bien cuidada. No lo pensé más, estiré el
brazo hacia el pomo con decisión, aunque aún persistían ciertos temblores
debido a lo incierto de la situación. Empujé con fuerza el portalón y cruce el
umbral dispuesto a afrontar todas las dificultades que de mi elección se
derivasen.