sábado, 26 de abril de 2014

La puerta mutable

Una densa bruma colmaba el entorno, como la que hace aparición en los sueños, cubriendo detalles, tapando errores y saltos que la juguetona mente en ellos se apresura a incorporar. Continué avanzando en mi camino como si sobre una nube pisase, sin ser consciente plenamente de mi propio ser. No sentía ni frío ni calor, ni dolor ni alegría, me encontraba en un sin ser como si fuese espectador de mis propios movimientos y acciones pero sin involucrarme en ellos.

A los pocos pasos emergió ante mí de entre la niebla una imponente muralla cual si de un castillo se tratase. Las piedras que la conformaban eran de un gris luminoso, cinceladas con esmero hasta lograr bloques medianamente regulares que se apilaban de forma casi perfecta unidos mediante argamasa. La muralla se elevaba triunfal hasta donde la vista alcanzaba sin que pudiese vislumbrarse fin o final de la misma.

Incrustada en la fortaleza se encontraba una puerta similar a la de una casa elaborada en lo que a primera vista parecía roble. Sin embargo, cuando ante ella me detuve pude ver como esta mutaba de forma y materiales. Unas veces se asemejaba a una puerta antigua y ajada de las que se pueden encontrar en los pueblos y que antaño daban acceso a las casas. En otras ocasiones se transformaba en una puerta como las que permitían el paso a los establos, para a continuación convertirse en un portalón de dos hojas muy bien talladas como si fuese el acceso a una importante catedral o a un castillo. Seguidamente se transformaba en una puerta moderna como las que se disponen en las viviendas actuales para separar unos habitáculos de otros.

La puerta no cesaba en su transfiguración, a medida que se producían más cambios me estaba poniendo más nervioso. Una congoja comenzaba a invadirme, qué era aquello, por qué no cesaban de aparecer nuevas puertas. El pulso se me empezó a acelerar, y un ataque de ansiedad se avecinaba. Del confort original no quedaban ya ni los restos. Alterado miré alrededor tratando de hallar otras alternativas que me permitiesen huir de la maldita puerta cambiante, mas hasta donde alcanzaba la vista no pude apreciar otro tipo de salida de aquella pesadilla.

Aquel pórtico me estaba absorbiendo, sacando de quicio. Notaba como el corazón intentaba por su propia voluntad salírseme del pecho, el pulso por su parte estaba disparado y respiraba entrecortadamente. De repente me asaltaron diversas dudas, ¿qué habría detrás de cada una de aquellas puertas?, ¿habría lo mismo tras todas?, ¿si no era así, las que habían pasado volverían a pasar, o se habían perdido en un breve pasado? El solo planteamiento de aquellas incertidumbres hicieron que comenzase a sudar más si cabe, en aquel instante era un manojo de nervios, con una gran presión en el pecho que casi me impedía respirar. Las puertas seguían sucediéndose ante mis ojos lo que aumentaba mi tensión.

Ante todas aquellas cuestiones que se planteaban, traté de serenarme lo más que pude. Dado que no parecía existir ninguna otra salida de aquel recóndito lugar lo mejor sería tomar alguna de las puertas aunque fuese a ciegas, pues el mundo tras cada una de ellas me era desconocido. Reuní todo el valor que pude para afrontar aquello que se avecinase tras la aleatoria puerta que me disponía a abrir, respiré hondo y esperé a que la siguiente puerta apareciese. Esta era antigua y pesada, de un color marrón oscuro y decorada mediante travesaños verticales, estaba compuesta por una única hoja pero tenía un tamaño elevado, como si por ella fuese a pasar un gigante. Contaba con una aldaba y un pomo oscuros realizados en forja, y por lo general tenía el aspecto de estar bien cuidada. No lo pensé más, estiré el brazo hacia el pomo con decisión, aunque aún persistían ciertos temblores debido a lo incierto de la situación. Empujé con fuerza el portalón y cruce el umbral dispuesto a afrontar todas las dificultades que de mi elección se derivasen.

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