Vamos allá con una nueva terna de
relatos de H.P Lovecraft, escritor este con una imaginación desmesurada, como
si su mente fuese la puerta a un universo paralelo en el que los seres míticos
y las historias fluyen de forma incesante como ríos caudalosos que fuesen a
parar al mar. Evidentemente, me parece un escritor extraordinario y muy
recomendable, no solo por la diversidad de mundos que es capaz de elevar a
partir de la nada o porque sea capaz de elaborar tramas en apenas dos hojas,
que también. Es especialmente recomendable porque dada la escasa longitud de
sus textos y la velocidad que en ellos imprime el autor, es una buena
iniciación a la lectura para aquellos que apenas leen.
Algo así debía suceder cuando Lovecraft escribía. |
Lovecraft en sus cuentos planta
un batallón de infantería ante la mente del lector y a golpe de bayoneta o a
tiro de arcabuz va minando sus sentidos, sus ideas y su realidad, dejándolo
desarmado ante el abismo de las historias. Nunca, hasta que he conocido a este
escritor, en esto de las letras he visto como con tan poco puede lograrse
tanto. Pero vayamos ya al meollo de la cuestión que sino no acabamos. Los tres
relatos que hoy comparto son, a saber, “El alquimista”, “El clérigo malvado” y
“El árbol”.
“El alquimista” trata un tema que
aparece de forma recurrente en los cuentos de este autor, el asunto en cuestión
es la culpa atávica o el como los descendientes en línea de sangre no pueden
librarse de los crímenes de sus antepasados si estos son lo suficientemente
horribles. Este tema ya se trataba en el relato “Arthur Jermyn” que pasó por
este blog en la anterior entrada sobre los relatos de Lovecraft. Sin embargo,
“El alquimista” presenta una peculiaridad y es la posibilidad de librarse del
pecado adquirido aunque para ello es necesario que el descendiente que
probablemente no tenga culpa alguna vuelva a cometer un crimen. Es un relato
ameno e interesante, aunque el lector puede oler el desenlace a párrafos de
distancia.
El segundo de los cuentos, “El
clérigo malvado”, versa sobre lo misterioso, sobre la imposibilidad de reprimir
el ímpetu que nos mueve a desentrañar aquello que desconocemos y sobre las
posibles consecuencias que ese conocimiento o experiencia pueden acarrear. Ciertamente,
es un relato tenso y el que este contado en primera persona no ayuda a
disminuir precisamente el estrés. Para mí es uno de los escritos de Lovecraft
más perturbadores que he leído hasta el momento. El relato nos cuenta los
sucesos que le acontecen al protagonista quien no se sabe muy bien porque
visita la vivienda en que antaño parece que vivió un extraño personaje con sus
extraños objetos.
Representación de "El árbol" |
Y llegamos ya al tercer y último
de los relatos que hoy comento, su título es “El árbol” y sin duda, de los que
hasta el momento he leído es el que más me ha gustado, no solo por la historia
que es impactante sino por el trasfondo y la interpretación los cuales a
primera vista no quedan nada claros. Calos y Musides son dos de los mejores
escultores que hay sobre la faz de la tierra, además son muy buenos amigos y
viven juntos en la ladera del monte Menalo famoso por dar cobijo a Pan, pero
sin embargo, sus formas de ser son muy distintas. Calos busca la inspiración en
la soledad nocturna del monte, mientras que Musides logra la iluminación
necesaria para realizar sus tallas en los placeres nocturnos de la ciudad de
Tegea. El tirano de Siracusa pide a ambos que realicen las mejores esculturas
de sus vidas lo cual les ensalzaría mas allá de cualquier honor conocido. Pero
durante la realización de tan impresionante empresa Calos enferma y finalmente
muere. Lo que sucede a partir de este momento es pura magia e imaginación de la
mano de H.P Lovecraft.
Como escribí en la anterior
entrada sobre los cuentos de este gran escritor: “Las
fantasías de H.P Lovecraft me atraen cual fuerza irresistible por lo que
supongo que en un futuro pasarán por este blog más de sus relatos. Y si me
aceptáis un consejo, leed alguno de sus relatos, hasta donde sé, son
excelentes.”
Lo mismo te interesa:
H.P Lovecraft, Relatos I
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