Una densa bruma colmaba el
entorno, como la que hace aparición en los sueños, cubriendo detalles, tapando
errores y saltos que la juguetona mente en ellos se apresura a incorporar.
Continué avanzando en mi camino como si sobre una nube pisase, sin ser
consciente plenamente de mi propio ser. No sentía ni frío ni calor, ni dolor ni
alegría, me encontraba en un sin ser como si fuese espectador de mis propios
movimientos y acciones pero sin involucrarme en ellos.
A los pocos pasos emergió ante mí
de entre la niebla una imponente muralla cual si de un castillo se tratase. Las
piedras que la conformaban eran de un gris luminoso, cinceladas con esmero
hasta lograr bloques medianamente regulares que se apilaban de forma casi
perfecta unidos mediante argamasa. La muralla se elevaba triunfal hasta donde
la vista alcanzaba sin que pudiese vislumbrarse fin o final de la misma.
Incrustada en la fortaleza se
encontraba una puerta similar a la de una casa elaborada en lo que a primera
vista parecía roble. Sin embargo, cuando ante ella me detuve pude ver como esta
mutaba de forma y materiales. Unas veces se asemejaba a una puerta antigua y
ajada de las que se pueden encontrar en los pueblos y que antaño daban acceso a
las casas. En otras ocasiones se transformaba en una puerta como las que
permitían el paso a los establos, para a continuación convertirse en un
portalón de dos hojas muy bien talladas como si fuese el acceso a una
importante catedral o a un castillo. Seguidamente se transformaba en una puerta
moderna como las que se disponen en las viviendas actuales para separar unos
habitáculos de otros.
La puerta no cesaba en su
transfiguración, a medida que se producían más cambios me estaba poniendo más
nervioso. Una congoja comenzaba a invadirme, qué era aquello, por qué no
cesaban de aparecer nuevas puertas. El pulso se me empezó a acelerar, y un
ataque de ansiedad se avecinaba. Del confort original no quedaban ya ni los
restos. Alterado miré alrededor tratando de hallar otras alternativas que me
permitiesen huir de la maldita puerta cambiante, mas hasta donde alcanzaba la
vista no pude apreciar otro tipo de salida de aquella pesadilla.
Aquel pórtico me estaba
absorbiendo, sacando de quicio. Notaba como el corazón intentaba por su propia
voluntad salírseme del pecho, el pulso por su parte estaba disparado y
respiraba entrecortadamente. De repente me asaltaron diversas dudas, ¿qué
habría detrás de cada una de aquellas puertas?, ¿habría lo mismo tras todas?,
¿si no era así, las que habían pasado volverían a pasar, o se habían perdido en
un breve pasado? El solo planteamiento de aquellas incertidumbres hicieron que
comenzase a sudar más si cabe, en aquel instante era un manojo de nervios, con
una gran presión en el pecho que casi me impedía respirar. Las puertas seguían
sucediéndose ante mis ojos lo que aumentaba mi tensión.
Ante todas aquellas cuestiones
que se planteaban, traté de serenarme lo más que pude. Dado que no parecía
existir ninguna otra salida de aquel recóndito lugar lo mejor sería tomar alguna
de las puertas aunque fuese a ciegas, pues el mundo tras cada una de ellas me
era desconocido. Reuní todo el valor que pude para afrontar aquello que se
avecinase tras la aleatoria puerta que me disponía a abrir, respiré hondo y
esperé a que la siguiente puerta apareciese. Esta era antigua y pesada, de un
color marrón oscuro y decorada mediante travesaños verticales, estaba compuesta
por una única hoja pero tenía un tamaño elevado, como si por ella fuese a pasar
un gigante. Contaba con una aldaba y un pomo oscuros realizados en forja, y por
lo general tenía el aspecto de estar bien cuidada. No lo pensé más, estiré el
brazo hacia el pomo con decisión, aunque aún persistían ciertos temblores
debido a lo incierto de la situación. Empujé con fuerza el portalón y cruce el
umbral dispuesto a afrontar todas las dificultades que de mi elección se
derivasen.